“En casa me han notado el cambio de trabajar aquí. Sobre todo por el valor extra del equipo humano. Miras el parque y todo está muy cuidado. A la gente le gusta lo que hace y eso se nota. Aunque el esfuerzo humano es muy grande, son muchas horas, me ha compensado. Lo que se ve aquí no se hace sólo por dinero”.
Pepa Crespo (Valencia, 1972) se estrenó como directora de Comunicación del Bioparc meses antes de que se inaugurara el parque. ¿Cuál es la estrategia que se persigue respecto a la ciudad?
Por su concepción, el parque ha de ser un punto de recreo habitual en el ocio de la ciudad. En España durante años no se ha convivido con los parques como en Europa, donde en algunos países es un plan para el tiempo libre. Aquí es para los niños. Una de las estrategias principales era romper esa tendencia, que incluyan al Bioparc en su ocio, porque es suyo. De ahí la entrada verde, un pase anual.
El Bioparc también reivindica la naturaleza.
Otra finalidad es concienciar para la conservación del medio ambiente. El concepto que explica esto es la “zooinmersión”: recrear el habitat de origen para crear un paisaje. Y el recorrido se hace sin ver jaulas y se ponen barreras naturales como troncos, fosos o ríos. Una concepción paisajística que provoca una sensación placentera, de disfrute y cariño a los animales.
Además de África, ¿tenéis pensado desarrollar otros ecosistemas?.
Nos hemos centrado en África porque es uno de los más salvajes. Hay espacio para desarrollar las selva asiática y la centroamericana pero no por ahora. Con África hay mucha riqueza: la sabana seca, la lluviosa, Madagascar, la zona ecuatorial, las grandes selvas y los lagos.
¿Se ha cumplido las expectativas del parque?
Se cumplen si disfrutan y comprenden el mensaje. Vas por el parque y el comentario típico de la gente que llama desde aquí es: “Esto no te lo imaginas”. Esto es lo que queremos, lo que buscábamos a nivel local. El 80% es un visitante nacional. En cuanto a cifras, se ha llegado a los 500.000 visitantes, en el 2010 un poco menos, por la crisis. Esto es una carrera de fondo pero sabemos que la gente se va muy satisfecha.
¿Cuál es el perfil del turista extranjero?
Sobre todo italianos. Pero en general, un poco de todo: alemanes, franceses, de los Paises Bajos. Pero las visitas al Bioparc van paralelas a las de la ciudad, y últimamente han incrementado las de asiáticos y americanos. Se nota mucho el Low Cost en visitas desde Italia o Alemania.
¿Qué va a suponer el AVE para el Bioparc?
De momento no se nota pero estamos trabajando con Renfe para hacer paquetes turísticos. Potenciar la comunicación y ofrecer rutas concretas y a un precio más atractivo.
¿Puede ser el Bioparc un reclamo para venir a la ciudad?
Valencia tiene un número de visitas que era un sueño hace veinte años. He trabajado diez años en la Ciudad de las Artes y las Ciencias y puedo decir que Valencia ya está en el mapa, que era lo que se buscaba. Antes era una ciudad de paso. Si te paras a pensar tenemos el Parque Natural de la Albufera, los parques del antiguo cauce del río Turia, l’Oceanogràfic y el Bioparc. Si lo juntamos, Valencia tiene la mejor oferta medioambiental de Europa y esa es una tendencia muy importante.
¿Tenéis pensado desarrollar esa línea?
Ya estamos trabajando con los grupos escolares. A las visitas al parque les añadimos un monitor. Además, hemos lanzado una visita conjunta del Bioparc con la Albufera. Así, nuestros educadores, que son biólogos, les explican y relacionan las aves y los humedales. También celebramos con actividades los días de árbol, de África o sobre temas como los propios humedales. Para concienciar y llamar la atención a la gente. En un futuro también nos gustaría tener un voluntariado en el Bioparc. Poco a poco.
¿La crisis ha interrumpido que Valencia se posicione como marca?
Valencia ya tiene una marca. Hace quince años recuerdo que había un estudio de la Universidad de Deusto que decía que a Valencia sólo se la conocía por el clima y la paella. Si lo hicieran ahora, seguro que se conocería por más cosas. No tienen nada que ver los eventos con el valor de la ciudad, creo que esto último sí se está comunicando.
¿Qué supone trabajar en este estorno?, ¿transforma a nivel personal?
El área de comunicación es muy estresante, siempre vas corriendo. Aquí tengo la posibilidad de ir a dar una vuelta, da mucha tranquilidad. Conozco a gente que tiene la entrada anual y se vienen aquí, con el portátil y su música, y se olvidan de todo. Es como ver un documental en vivo. Recuerdo un día que estaba paseando y en la zona de las hienas estaba la madre enseñando a la cría a atacar al cuello. Trabajar aquí me permite ver esto.
¿Conocéis a los animales por su nombre?
A algunos, sí. Sobre todo los cuidadores. Ellos tienen una relación más estrecha con los animales. Por ejemplo, en marzo de 2010 una jirafa de Baringo, especie de la que sólo quedan unas setecientas, tuvo una cria. La madre era primeriza y la rechazó. Hubo que decidir si dejar que la naturaleza siguiera su curso o intervenir. Como era una especie de gran valor, se decidió criarla. Al principio no había forma de que comiera y si seguía así se iba a morir. Los cuidadores tenían una cara como si se tratara de un familiar. Los biberones eran de medio metro y pesaban. Para darle a la cria una toma tenían que estar con ella una hora.
¿Sobrevivió?
Ahora se lo bebe en treinta segundos. En los cuidadores veías primero la preocupación, y luego la satisfacción de sacar la jirafa adelante. El trabajo del cuidador es durísimo, se encargan de la limpiza del cobijo y de la zona exterior. Casos como el de la jirafa les involucra y provoca que hagan cosas que no se pueden pagar.
¿Tienes algún animal favorito?
La verdad es que muchos. Hay una suricata a la que le falta una patita y suelo ir a ver cómo está. Los elefantes son una maravilla. La imagen de cuando se están dando un baño no tiene precio, la entrada no lo vale.
¿Qué has aprendido de los animales?
Hubo un hecho muy curioso con los gorilas Thomas y Kabuli. Hacía poco que habían venido y se celebraba el segundo aniversario del Bioparc. Les pusimos una tarta y todos creíamos que no iba a durar nada, que arramblarían todo. Llegaron y se sentaron al lado de la tarta, incluso dejaron a los mangabey que se acercaran, y comieron todos. Parecían personas, compartían.
¿Crees que los animales tienen sentimientos?
Por supuesto que sí. Los animales tienen gente a la que quieren y otra a la que no, aunque hablar de los animales en general es difícil.
Pon un caso concreto.
Un chimpance establece jerarquías, crean grupos. Hay uno, Chispi, que cuando pasa alguno de los cuidadores que conoce, lo llama. Y hasta que no le devuelve el saludo no se queda tranquilo. O por ejemplo, cando llega un nuevo animal siempre se estudia sus características, el rol que tenía. El caso de los elefantes es muy claro, tienen vínculos muy fuertes.
¿Qué tienen los animales que las personas hemos perdido?
Muchísima naturalidad. Nosotros hemos perdido contacto con lo que la naturaleza significa. Es increible cuando vienen niños y les preguntamos por los tipos de cereales. En vez de decir trigo o cebada, contestan con marcas de “kellog’s.” Hay una desnaturalización tan fuerte… Nos hemos olvidado de la naturaleza, de que un hipopótomo por su cría es capaz de matar a cualquiera.
¿Qué cualidades destacarías de los animales?
Los lemures son muy listos. Cuando tienen crías forman grupos y saben que es algo que todos tienen que cuidar, regulan el momento de nacer para parir cuando más alimento hay. Los elefantes son muy inteligentes. Hacen cosas que sorprenden. Recuerdo que llegó un elefante pequeño y las tres hembras que había lo adoptaron y consintieron como si fuera suyo. Y está el caso de una cría de chimpancé que empezaba a gatear, su madre estaba despistada y la pequeña se iba directa al río. Una de las tias puso cara de susto, literalmente, y lo cogió mientras llamaba a la madre y la reñía. Era como una familia de personas.
¿Cómo vivieron los animales el paso del antiguo zoo al Bioparc?
Fue paulatino. En general para ellos ha sido un paso a una residencia de lujo y están extraordinariamente bien. Los hipopótamos nadan, suben, bajan. El caso del rinoceronte es distinto. Tenía una estereotipia que le hace dar vueltas como si estuviera en el espacio del otro zoo. Estos últimos años ha mejorado. Se le ponen obstáculos naturales para que cambie de movimiento o se le cambia de sitio para que varíe de espacio. Con los animales trabajamos mucho, se les estimula, por ejemplo, con el cambio de excrementos. Los monos cuando se encuentran por la mañana con excrementos de otros animales se revolucionan, se imaginan que otro animal ha pasado por allí.
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