La atractiva primera jornada del FIB quedó descafeinada merced a las cancelaciones in extremis de Florence & The Machine y Bath For Lashes. Estaremos de acuerdo en que peor imposible comenzar. A partir de ahora ya sólo se podía ir a mejor, así que madrugamos en el recinto con la fe puesta en la representación nacional que abría fuego y compuesta por una interesante y dispar tripleta: TUYA, Los Tiki Phantoms y Pony Bravo.
Nos estrenamos en el escenario Tident Senses (el secundario) con TUYA, personal proyecto del guitarrista David T Guinzo, que tiró de solvente banda para sobreponerse a los molestos ajustes de sonido de los iniciáticos compases. Como los primeros tragos de cerveza fría, el pop de hechuras universales que practica la formación madrileña entró suave y reparador. Canciones bien tejidas que crecen en intensidad merced a las nerviosas percusiones y las cuerdas de un David cuya seguridad se transmitió, en forma de palpitantes destellos sonoros, directa los 300 valientes que moteábamos el inmenso recinto.
Sin tiempo a avituallar, enfilamos el escenario Maravillas (el grande) para comprobar queLos Tiki Phantoms ya rodaban sobre él. Antes de conquistar el destino, un miembro de la crew de los Phantoms nos obsequiaba con una máscara de calavera con la intención de mimetizar a los escasos desafiantes al sol (alrededor del millar) con estos deconstructores del surf-rock’n’roll. Como de costumbre, el guitarrista del grupo se erigió en portavoz para arengar al personal que, ya en su mayoría guiri, no reaccionaba ante las bailables acometidas del cadavérico cuarteto. Entrega física e instrumental que no fue suficiente para llenar un escenario cuyas dimensiones, horario y sonido los engulló como la lava del volcán del que proceden. Nosotros, que ya son varias las experiencias vividas con ellos, los preferimos en otro aforo y sin las inclemencias de un sol que se amedrentaba, por cierto, ante un ejército de bienvenidas nubes.
Ahora sí, era el momento de disfrutar de una valiosa, en todos los sentidos, cerveza (a 7 € el litro). El miedo a que la inmensidad del Maravillas se apoderara, también, del solvente directo de Pony Bravo se disipó en los primeros compases. La lisérgica propuesta de los sevillanos sí fue entendida por un público que aumentaba a medida que el sol menguaba su potencia hasta desaparecer. La puesta en escena de los sevillanos funcionó como un todo hipnótico que transportó a guiris y extraños a un mundo alucinado sin duda más feliz. Contoneo psicodélico y media sonrisa durante toda la notable actuación que derivó en “La Rave de Dios” y que cerraron, no por casualidad, con una nueva e irónica canción en la que se descojonan, con arte, de los clichés inherentes al indie patrio.
Antes de cenar la curiosidad y la emoción que se transmitían desde el Trident Senses nos instigaron a presenciar el tramo final de Lisa Hannigan bajo ridículas y curativas gotas de lluvia; idóneo augurio. Energética, sensible y atrayente, la irlandesa dio una vuelta más de tuerca al manido folklore de su país. Conocida por haber secundado a Damien Rice, es ahora, con su segundo disco en liza, cuando le toca defender su propuesta y, por lo visto, tiene pensado hacerlo sin remilgos. Buenos augurios y todavía escaso personal para la cantante y su esforzada banda que consiguieron, al menos, animar a parte de la caterva británica que hasta el momento no sabía ni por donde le soplaba el viento.
Desconocíamos cómo podríamos compaginar la cobertura de dos de las actuaciones más esperadas de la noche: Kurt Vile & Violators y The Horrors. Cruzamos los dedos para que la reubicación de bolos, debida a las cancelaciones, jugara a nuestro favor. En rock sucio son maestros The Horrors (en la foto) y, a bastantes metros del escenario grande, ya salpicaba la incómoda grasa que supuraban los amplis de los británicos. Sonido de traca para unos Horrors que ofrecieron la de cal escogiendo un repertorio que, aunque tuvo su último disco, Skying, como eje central, viajó por lo más granado de su cancionero. Poder y mando para una palpitante travesía sobre olas de ruido y electricidad bajo las cuales se atisbaron conatos de melodía pop. Un concierto al que solo le haría sombra la huracanada vuelta de At The Drive-in.
Apostamos por Kurt Vile y ganamos. El folk copuló aquí con su vertiente más sucia y el repertorio del norteamericano llenó de matices un set que se distorsionó aderezado defeedbacks hasta alcanzar un emotivo y fulgurante cénit final en el que entró a vivir un vibrante saxo. Antes había dejado su versión más sosegada y poética en solitario y, aunque no tan efectiva en festivales de esta envergadura, tampoco decepcionó.
La locura estaba amarrada aguardando a desatarse con el retorno de At The Drive-in. El temor que albergaban los muchos fans de la banda tejana a que la vuelta por motivos económicos fuera demasiado meridiana en directo desapareció desde los primeros compases. El frontman, Cedric Bixler-Zavala, no entiende de relajación y batalló, anfetamínico, por toda la geografía del escenario Maravillas traspasando en varias ocasiones la fina línea que separa la genialidad del ridículo. Fotógrafos y primeras filas fueron carne de la furia incotrolada de un Cedric poseído, en contraposición a la banda que guardó formas más estáticas. La partida estaba ganada antes de empezar si, como sucedió, tenían pensado desgranar los esenciales melocotonazos de su repertorio. Al acabar la embestida nos dimos cuenta de que sólo de ver (y beber) tanta caña nos habíamos agotado (y embriagado).
Las inesperadas bajas en el cartel habían situado a De La Soul en el prime time del festival y, por experiencia e historia, no era algo que les preocupara. Después de ser parte del recordable concierto de Gorillaz en el FIB 2010, los neoyorquinos se subieron de nuevo al escenario Maravillas para disfrutar y hacer lo propio. DJ, ordenador portátil y cantante son las herramientas que el Hip Hop precisa y de ellas hicieron uso, con maestría. Para nosotros, cuyos oídos no están entrenados para aguantar este estilo musical más de media hora, fue largo pero las hordas anglosajonas ya lo inundaban todo y el FIB ya rodaba inexorable, sin importar el porqué, como el gran parque de atracciones que es. Un parque temático lleno de disfraces, torsos duros y enrojecidos y bellas mujeres angloparlantes que nos engulló para luego vomitarnos en algún lugar de la costa castellonense. Solo había pasado una noche y el físico ya no daba para más. Un consejo: carguen sus móviles. La fiesta continúa.
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