Musicoterapia Escrito por Comunicacion Ese lluvioso domingo, a todos les salvó, al menos por unos instantes, la música. Alejandro sentía, por vez primera en toda la semana, una sensación de bienestar que le henchía de energía, como si de un cargador a la corriente eléctrica enchufado se tratara. Era domingo y degustaba un caliente té con leche mientras por la cadena de alta fidelidad sonaba, sin limitación sonora, “Its Real” de Real State. A Carlota le sobraban 33 segundos para batir su mejor marca en los 5 kilómetros que solía afrontar cada domingo sobre las 10 de la mañana. Los días precedentes no habían sido fáciles; imposible pegar ojo más de 4 horas seguidas por noche. Pero escuchando a todo volumen “Knock Knock” de Band of Horses sonreía mientras culminaba la pequeña gran meta lograda. No era ni muchos menos el mejor álbum de la banda de Seattle, tampoco un crono como para fardar ante sus amistades, pero aquella canción le imponía trotar al inexorable galope equino que el ritmo marcaba. Martín se despertaba solo y vestido entre sábanas amostazadas. Eran las dos de la tarde y la sequedad bucal y el dolor de cabeza pugnaban entre sí por ser más agudos. Un sábado más había tratado de refugiarse en barras de bar y baños de garitos que no tenía la menor intención de recordar. Reunió fuerzas suficientes para encender el mp3 y darle al play. La voz de Neil Young calmó su acelerado corazón de oro. Fernando observaba asustado el fijador que el traumatólogo había adherido al fémur de su mutilada pierna. Que la maltrecha izquierda y la derecha alcanzaran la misma medida también iba a depender de él. Era el tercer día tras la intervención y el insoportable dolor había desaparecido. Defecar y por sí solo y levantarse a comer habían sido dos grandes cimas alcanzadas ese mismo día. Recordó aquel Ep de Nueva Vulcano (“Los días señalados”) y lo halló en Spotify. En Pamplona también llovía, pero en sus ánimos predominaba el sol. Alejandro es uno de los más de 6 millones de parados que habitan en España; en su caso son 7 meses de búsqueda incesante. La decadente autoestima ya se ha llevado por delante una relación sentimental y cientos de lágrimas secretas. Carlota tiene dos hijos y un marido en la cola de INEM. Los fines de semana se calza las zapatillas y corre para huir sin saber muy bien de qué. Simplemente corre y se sumerge en el iPhone cuyas canciones provee ese misterioso amigo del trabajo. Martín es peruano. Licenciado en Periodismo. Vino a España hace cinco años atraído por el brillante destello de una burbuja. La burbuja estalló y ahora limpia la mierda de la casa de algunos chicos de su edad que fueron colados a dedo sin haber completado los estudios de nivel superior. Los fines de semana bebe como un cosaco y se gasta lo poco que gana en conciertos de rock. A Fernando le van a poner una prótesis de fémur y rodilla en la pierna izquierda. Será la tercera desde que un cáncer obligara a cercenar parte del tren inferior de su calavera. El proceso es largo y acaba de empezar. Todavía no ha visto la nueva cicatriz. Será en una clínica privada porque la pública ya no otorgaba todas las garantías. Ese lluvioso domingo, a todos les salvó, al menos por unos instantes, la música.