Balansiya, la puerta a la comida árabe Escrito por Lorena Martin Sopas, ensaladas, pastas, cuscús, tayines y xarabs. Ven a probar este auténtico manjar. El Balansiya es, sin duda, un lugar en el que perderse, en el que dejarse llevar por los aromas, las texturas, la decoración y la gastronomía. Un lugar en el que viajar a otras tierras, en el que viajar a tierras árabes. Situado en el Paseo de las Facultats, número 3, es una auténtica puerta al mundo árabe. Nada más entrar entiendes que no es un restaurante común y que allí todo, absolutamente todo, está cuidado al detalle. La decoración es capaz de trasladarte miles de kilómetros. Las lámparas, la luz y la música crean un ambiente relajado que junto a un gran banco acolchado que rodea todo el salón dan la bienvenida a una comida de la que disfrutar cómodamente. La oferta de la carta es amplia y variada, contemplando muchos de los platos más típicos de la cocina árabe y explicando brevemente en qué consiste cada uno –todo un detalle por su parte, especialmente para los que nos perdemos entre tanta variedad. Aquí la cocina es totalmente casera, y cada plato está elaborado con una selección de ingredientes que da un resultado excelente. Para beber, hemos de tener en cuenta que no se sirven bebidas alcohólicas. Sin embargo, no se echan de menos en absoltuo: los xarabs hacen las delicias de cualquiera. Recomiendo encarecidamente el xarab andalusí, elaborado con zumo de limón, hierbabuena, agua de rosas y miel. Para comer, se puede empezar abriendo el apetito con un plato de hummus que nada tiene que ver con lo conocido en supermercados y grandes superficies. Aquí el ya famoso “paté de garbanzos” es esponjoso, suave al paladar e intenso en gusto, servido además con pan de pita tradicional. No muy atrás queda otro aperitivo perfecto, el zseitun, una selección de aceitunas negras maceradas en distintas especias y marinadas en aceite de oliva. ¡Increíble pensar que son solo aceitunas negras! De primer plato, podemos elegir, por ejemplo, la assaffa, un plato similar a los fideos, pero servidos en seco, acompañados de trocitos de pollo, frutos secos y canela. Una mezcla de sabores intensos y texturas contrastadas. Si preferimos algo menos pesado, qué mejor que la ensalada Alhambra, compuesta de escarola y lechuga romana, achicoria, brotes de alfalfa, frutos secos y flores comestibles, aderezada toda ella con una intensa vinagreta de granada. Ya de segundo plato, obligado probar el tayín de pollo y verduras o el cuscús andalusí. Mientras el tayín se podría describir como un estofado de pollo con diferentes verduras (zanahoria, nabo, cebolla…), delicioso y sabroso, el cuscús andalusí se compone de una pieza grande de pollo acompañada de cuscús, garbanzos y pasas, una mezcla de sabores realmente única. Servido junto al plato principal, un cuenco con el caldo de su propia cocción para ir hidratándolo a medida que se va sirviendo. Una comida copiosa, intensa y sabrosísima que no podía sino terminar con un buen postre. Los mhalabiya de yogurt con arándanos y limón y menta son la manera perfecta para culminar la degustación. Un lugar en el que perderse entre ingredientes básicos y gastronomía tradicional sin dejar de sorprenderse por sabores y texturas poco habituales. Un servicio atento, servicial y amable que, junto a la decoración cuidada y envolvente permiten un viaje relámpago a un mundo tan cercano y a la vez tan lejano como el árabe. ¡Bsahah o qué aproveche!