En determinado momento de la historia valenciana, la política municipal otorgó al Mercado Central su carácter prioritario frente al resto. Sin embargo, el Mercado de Ruzafa, el Mercado del Cabanyal, el de Jesús o el de Colón embellecen de igual manera el paisaje de los barrios de la ciudad y otorgan una sensación de vitalidad a sus calles. La variedad de colores que invaden los edificios, el olor a especias se confunde con el aroma de la calabaza rellena o con el cítrico de la mejor naranja valenciana… La gente ríe, habla, los comerciantes gritan, venden y los alimentos se cuelan en nuestros olfatos sin quererlo…
El mercado como punto de encuentro
¡Sepia fresca, señoras! La pescadera canta a grito pelado, el carnicero ofrece sus chuletas de cordero a las señoras que observan detenidamente todos los puestos. En el mercado, solamente se aceleran aquellos que se ganan la vida en ese recinto, apresurados por vender el género fresco. El resto pasea, huele, palpa, pregunta, disfruta con los cinco sentidos… Y se para a tratar con los vecinos del barrio. Pasar una mañana en el Mercado de Ruzafa supone una delicia para los visitantes de la ciudad. Cargados con un carrito de la compra o con las manos vacías y simplemente por curiosidad, el mercado se llena de gente que hace cola en los puestos de confianza mientras entabla conversación con un conocido del barrio. Los barrios más céntricos de la ciudad cuentan con un mercado donde poder hacer la compra semanal o adquirir productos de mayor calidad. Ir al mercado resulta más agradable que acudir al establecimiento de turno donde la frialdad reina en los anónimos pasillos de la cadenas de supermercados.
Una costumbre de principios de siglo
A todo el que pase por la ciudad de Valencia le conviene visitar alguno de los mercados más concurridos de laciudad. Un paseo por sus puestos es curioso a la vez que acelera el corazón de los más nostálgicos. Aunque los mercados se encuentren en plena forma y se les augure una larga vida, la sensación de actividad comerciante de principios de siglo impera en nuestro interior. Todavía hoy a partir del Mercado Central confluyen diferentes calles donde las diferentes actividades comerciales toman forma: platerías, tiendas de tejidos y confección, pescaderías, floristerías, etc, se suceden en las calles y plazas contiguas al mercado.
El mercado de Colón
Cabe destacar la singularidad del Mercado de Colón que, con el paso de los años, se ha convertido en un centro cubierto con zonas al aire libre donde poder pasar una tarde de lo más tranquila. Los puestos de charcutería se han transformado en cafeterías y restaurantes. Las zonas de carga y descarga se ha convertido en una tienda de libros y discos. El edificio acoge importantes presentaciones o inuaguraciones que, por la belleza de la zona y la arquitectura del monumento, deja prendado a todo aquel que pasa por el Mercado de Colón.
El mercado ambulante
Además, en las últimas décadas ha surgido un fenómeno que atrae de manera espectacular a la gente: tanto a jóvenes como a los más mayores. Los denominados “mercadillos” se desplazan de barrio en barrio por la ciudad. Sus feriantes y comerciantes ofrecen productos de una gran variedad: textiles, alimentos, cosas para el hogar, plantas, abalorios y un largo etcétera.